domingo, 30 de mayo de 2010

OPERACIONES NOCTURNAS

Muy de noche, después de responder correos electrónicos y de postularme para una beca a la universidad de Barcelona y a una universidad de Cuba, que no recuerdo, me encontré caminando en medio de mis meditaciones, por las frías calles nocturnas de Cusco, subía por la calle Marqués, rumbo a la plaza San Francisco.
Un temor se levantó como una bruma, en medio de la calle había instalada una sala de operaciones, y en ella una camilla, y en la camilla un bebe, uno recién nacido con apenas fuerza en sus frágiles músculos; no obstante, tenia el pecho abierto, y en la cavidad torácica ni un solo órgano. Que podía yo pensar sino que estaba muerto aquel frágil bebe; me acerqué por que una extraña fuerza me requería en el lugar, era una extraña familiaridad con aquel frágil bebe.
Al llegar junto al pequeño, un médico me hizo a un lado trayendo el corazón y los demás órganos del pequeño, me explicó que necesitaba una cirugía de urgencia o moriría, aunque a mi me parecía ya estar muerto; pero, a penas el médico puso el corazón a su sitio, el pequeño comenzó a moverse y un pequeño pulso a sonar en la maquina de electrocardiograma. Una extraña remembranza vino a mi mente. Aquel bebe. Conocía a aquel bebe; por supuesto, era mi hijo, hijo mío y de Liliana, luego pude notar a Liliana a mi lado mirando con mucha preocupación la operación en media calle de la plaza San Francisco, y supe lo que sucedía, mi hijo estaba enfermo y o estaban operando.
Me acerque tan cerca como pude para ver el rostro de mi hijo que era idéntico a mí cuando yo era bebe, sus pequeños ojos intentaron abrirse envueltos e lagrimas, mi corazón ya hecho pedazos no podía mas que palpitar, sus ojitos negros como la noche, y brillantes como perlas, me examinaron, como reclamándome porque dejaba que le hicieran pasar por todo eso, rogué al médico que no sintiera nada – pagaré lo que me pida ponga los mejores anestésicos, duérmalo para que no sienta hasta que termine la operación – decía desesperado, pero el médico seguía “armando” el cuerpo de mi pequeño, y Liliana seguía observando con preocupación, como si no me oyeran o como si no estaría ahí, ó, como si mi hijo jamás hubiera abierto los ojos.
Me desperté de un brinco sobre mi cama, lleno de sudor y sin saber que pensar sobre mi realidad.

Sueño recurrente, sueño número tres, 3:54 a.m. Sábado 8 de Diciembre de 2007.

No hay comentarios: