martes, 1 de junio de 2010

VIEJO PIANO, VIEJA MELODÍA

Recomiendo leer este relato escuchando "Jeux Interdits", pieza para piano.

– Amiga ¿si te cuento algo descabellado me lo creerías?
– Depende de qué tan descabellado sea.
– Si te contara que pasé la noche en el Colegio Clorinda Matto de Turner y que la pasé con un fantasma, ¿me lo creerías?
– Pensaré lo que hace mucho me temía, que estas perdiendo la razón.
– Puede que sí, puede que pierda la razón, pero por lo menos antes de que me encierren en el hospital psiquiátrico, déjame relatarte lo que pasó, pues mucho me habían hablado las estudiantes de ese colegio, que durante las noches en aquel salón al fondo entre el patio de tierra y el pabellón de primaria, se escuchaba las tonadas de un piano muy triste, y que al mirar la ventana, dentro, no había nadie, y que aquel piano seguía tan solitario como siempre. Te contaré toda aquella entrevista que tuve con lo que no conocemos del universo, pero solo te pediré que guardes silenció, no me interrumpas, no te rías y no se lo cuentes a nadie.
– Okay.
– Bien.
Sucedió así: cómo ya te dije, mucho había oído hablar de que en ese salón suceden cosas raras, así que fui al colegio y con una excusa logré mi ingreso, a mediados de las 5:40 p.m. y esperé a que toda actividad en el colegio termine, conseguí esto, utilizando hábilmente algunos alambres para abrir la cerradura de aquella vieja puerta que daba al salón, y así por medio de una delincuencial habilidad, me encontré en el interior, me senté en una de las bancas mas parecidas a las que hay en las iglesias y capillas y esperé en la oscuridad hasta que ya nada se oía en alrededores, pero pasada las once de la noche, no experimenté nada anormal, así que decepcionado como estaba planeaba mi fuga de aquel céntrico colegio. En medio de mis meditaciones me vi atrapado por un letargo que me llevó al sueño.
Una tonada de piano me despertó de la vigilia a la una de la mañana, era una melodía triste, la sensación que experimentó mi cuerpo logré controlar pues había ido preparado para presenciar cualquier cosa, aunque nada me prepararía para la hermosa pero triste tonada que estaba escuchando tan cerca mío que con cada pulsación de las teclas de aquel viejo piano se conmovía el corazón, ajustando cada ves mas fuerte el nudo que se me ataba en la garganta; aunque sin duda, lo que mas me espantó fue ver que efectivamente había alguien tocando el piando. Con la oscuridad de las luces apagadas, la única fuente de luz que tenía a mi disposición fue la escasa luz de luna llena que se filtraba por los enormes ventanales del vetusto lugar.
Traté de ver a través de la penumbra, quién interpretaba aquella triste melodía. Luego de mucho esfuerzo, me di cuenta de que solo lograría ver bien a aquella “cosa” si me acercaba lo más posible al piano, y así lo hice. Con la pesadez de un cuerpo en pleno éxtasis del susto, me levanté de mi maltrecha banca y caminé con trémulo paso hasta las inmediaciones del piano. Grande fue mi sorpresa al notar que efectivamente podía ver claramente al interprete de la melodía, una niña de no mas de quince años de edad, vestida con los uniformes antiguos de colegio, el clásico vestido plomo, camisa blanca y chompa ploma, que vestían todos los colegios de la nación durante aquellos años de mi adolescencia.
La niña muy linda rostro blanco y ojos negros como la noche sin estrellas, miraba fijamente el piano mientras sus delicadas manos blancas, recorrían el teclado sin notar aparentemente mi presencia, mientras seguía interpretando aquella melodía – te puedo, ahora que estoy mas calmo, asegurar que en esas circunstancias el cerebro no funciona como debe, pues se encuentra en un estado de éxtasis muy fuerte – solo atiné a mirar por breves instantes, luego hice lo insospechable, le hablé, – ¿Quién eres? – No obtuve respuesta – ¿Qué tocas? – y aquel infantil espectro seguía con su mirada triste clavada en el piano tocando la misma melodía sin percatarse de mi presencia – ¿Porqué estas aquí? – y nada. Sin saber que hacer, hice lo que mi reflejo mandó en mi que hiciera, acerque la mano hasta llegara a ella, y le toqué el hombro.
Entonces todo pareció confuso, es como si hubiese sido transportado instantáneamente al pasado, estaba parado en el patio del colegio, era de día y veía como las niñas jugueteaban en el patio, a pesar de toda la confusión distinguí que me encontraba muy atrás en el tiempo, pues el colegio guarda un archivo fotográfico de aquellos años. Mas o menos los años cincuentas, alcé la vista y vi los cerros del Cusco, los que ahora están poblados, en aquellos años no eran mas que bosques, entonces algo guió mis vista de nuevo al patio, era la muchacha; se veía alegre, juguetona, enamorada. Luego sonó el timbre, todas las niñas del patio se fueron del colegio, excepto ella; me quedé con ella en el patio, aunque en ese caso era yo el fantasma, nadie percibía mi presencia, entonces ella caminó hasta la puerta y allí lo vio, era un joven del colegio La Salle, este se acercó y pisoteó los sentimientos de la niña puesto que vi claramente cómo el muchacho con una sonrisa burlona despreció a la niña a la que seguramente meses antes enamoró, me acerque y escuche cómo le decía que no la volvería ver, y mientras una lagrima de las mas amargas que he visto broto de los ojos de la muchacha, el malediciente tomo por el brazo a otra muchacha y se fue con ella. Si hubiese sido un ser material la hubiese consolado, pero te juro que era yo un fantasma, la linda joven caminó por el viejo camino de losetas rojas hasta llegar al aula que no se veía ya tan vetusta, se veía nueva, el piano estaba nuevo, la niña se sentó frente al piano, pero no tocó nada, solo lloró, lloró mucho hasta que en al final, abrió un grueso tomo puesto en frente del piano de cola del colegio y buscó una melodía, se llamaba “Jeux Interdits” entonces comenzó a tocar mientras la lagrimas caían encima del teclado, sus pequeñas manitos recorrían el piando con absoluto dominio, tocó y tocó, pude ver que no paró hasta llagada la noche, sin que nadie en aquel gran colegio se diera cuenta de su presencia, seguro que las supersticiones de la época no permitieron al vigilante ir a ver lo que pasaba, ella seguía su triste tonada, hasta que ví como se apagaron sus ojos y descansaron sus manos. Era ya la una de la mañana cuando su débil cuerpo cayó al suelo sin que pudiera yo hacer nada por ella; era ya la una de la mañana cuando su cuerpo ante mis ojos desapareció y aquel salón glamoroso, se tornó nuevamente en vetusto y polvoriento, y vi que no había nadie ya, ni música, ni la joven tocando el piano.
Controlando mi cuerpo y mi mente, abrí la puerta del viejo salón y salté la cerca que da a la calle, caminé y doblé en la Cultura, y a la una de la mañana con algunos minutos, caminé hasta mi casa, en medio de la soledad del Cusco, caminé en silencio subí al puente del colegio Garcilazo, y desde lo lejos miré la vieja fachada del colegio Clorinda, luego caminé hasta la plaza de Tupac Amaru, tomé la avenida Huayruropata y me fui a dormir, sin pensar mas en lo sucedido.
(Foto de Adrian Book)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

un texto muy bonito...gracias a quien lo haya escrito...me a hecho sentir...

Erick Guiomar dijo...

Gracias... hace muchos años que lo escribí... hace muchos años que no escribo de nuevo en este blog, creo que volveré a hacerlo.

Anónimo dijo...

Me encantó...si eso te apasiona vuelve hacerlo