martes, 22 de junio de 2010

EL REGALO PROMETIDO

PUBLICADO ORIGINALMENTE EL JUÉVES 11 DE OCTRUBRE DE 2007



La razón del siguiente relato es dar a conocer al mundo lo que una hermana irresponsable puede causar a la salud de un hombre, y al mismo tiempo decirle a ella (no te hagas la loca Grecia) que esta es la última ves que hago tamaña cosa.


Viernes 29

El fatídico día empieza con extraños sueños por la mañana y una resaca de día previo, nada haría presagiar lo que sucedería. Cuando el reloj dio las tres de la tarde, impulsado por la resaca y el cansancio decidí tomar una siesta, así fue que me encontré en los brazos de Orfeo.



7:30 p.m. Me despierta una llamada telefónica, la sorpresa fue grande pues se trataba de la persona de la que menos espera una llamada una persona de mi condición, pues si, era mi hermana Grecia María de los Angeles Gonzales Aparicio, entre sueños entendí que lo que deseaba era algo así como que comprara un regalo y que se lo llevase a la universidad, la verdad no quise entender y simplemente me tapé la cara con las frazadas y me dejé envolver por el suave susurro del mundo onírico.


7:40 p.m. Nuevamente suena el teléfono, de mal humor, desesperado, greñudo, con un ojo cerrado y un tic en la ceja izquierda, consigo contestar el teléfono, esta ves dispuesto a dejar en claro que no deseaba ser molestado, le pregunto casi de gansteril manera, que, que era lo que sucedía, su contestación me puso de un humor mas ácido – ¿Ya compraste el regalo? – me dijo, – ¿Aún no sales de la casa?, es para las 9:30 – así con estas cuestiones terminé de entender de lo que se trataba, lo que la inhumana quería, era que compre un regalo para su compañero pues tenía un intercambio de regalos y se había olvidado por completo de comprar el regalo; pues bien, tras la insistencia decidí salir en busca del regalo prometido.

8:20 p.m. Tras haber caminado por todos los bazares y tiendas de regalos de Cusco, me di cuenta de que no encontraría por lo menos un regalo semi decente con los diez soles que me dejó, desesperado pregunté a las vendedoras y solo encontré burlas y risas, finalmente usé la lógica es época navideña las tiendas de regalos están reventando, nadie por mas paupérrimo que fuese, vendería algo a diez míseros soles, así que traté de acomodarme a mi realidad, los regalos mas decentes que conozco son los libros, me gustan para regalo por que son simplemente perfectos, no distinguen edad, sexo ni condición social, pero solo tenía diez soles, ahí fue donde surgió la idea, yo conocía o por lo menos tenía el número telefónico de un vendedor de libros (de contrabando), y como no deseaba entrar en temas de moral ni ética, simplemente decidí llamar. El problema de ese momento fue mi esmirriada economía, así fue resolví “visitar” a mi tío Domingo y a mi tía Sara, así pues a las 8:20 me encontraba en su sala, haciendo la llamada mas importante del día. Ubiqué al señor lo horrible fue darme con la sorpresa de que vivía en San Jerónimo en un barrio del que jamás había escuchado hablar, mas allá de la universidad Andina, y a la margen izquierda del río Huatanay, en conclusión una tierra olvidada por todos y al que nadie desea entrar. Quedaba muy poco así que anoté las instrucciones del malediciente vendedor y raudamente pidiendo prestado tres soles mas, salí en busca del regalo prometido.

8:55 p.m. Con la cansada y perpleja mirada observaba la Universidad Andina de Cusco, quien diría que sus bien iluminados pabellones sería lo último civilizado que vería aquella noche, tres cuadras mas allá el auto viro y me llevo a un mundo para mi desconocido, atravesamos el puente Quillao, para pasar a la margen izquierda, y llegamos al paradero final, seguí las instrucciones del vendedor, y pregunté por la calle Pillao, supe que todo saldría mal desde que al bajar de la combi, pise un hondo charco de negras aguas, el tic volvió a mi ceja, seguí caminando, aunque mas parecía patinaje, pues las pistas de tierra estaban mojadas por las abundantes lluvias de esta época, a pesar de todo seguí delante evitando hacer contacto visual con aquellos extraños seres noctámbulos de aquel olvidado lugar.



9:15 p.m. Finalmente, al haber caminado mas de 20 cuadras entre pistas lodosas y extraños seres antropomorfos, me di cuenta de que estaba perdido y que jamás encontraría dicho lugar, no tenía nada de crédito en mi celular, y en aquellas calles no había un solo teléfono – pero claro, no había ni alumbrado público, de que manera alguien en su sano juicio pensaría encontrar un teléfono por esos lugares – no había nadie confiable a quien pedir razón, así es que resolví llamar a Pedro, con los pocos centavos que había en mi celular, él devolvió la llamada, no expliqué nada solo formule mi extraña petición, que llame al vendedor y le diga que lo encontraré en aquel puente en torno al cual había estado dando vueltas, Pedro llamó nuevamente dijo que el vendedor no estaba, ya era tarde y sentía la amarga derrota cerca cuando de repente…


9:25 p.m. Mientras caminaba por las lodosas calles de aquel desolado barrio de delincuentes y prostitutas, un sujeto se me acercó, no estaba con ganas para ser asaltado, así que aliste mi puño, él malediciente me dijo tu eres Erick, un mar de dudas inundó mi cabeza, pero finalmente entendí, que él era el vendedor y que se acerco a preguntarme pues yo era el único en la calle que no parecía ser de ese barrio, asentí con la cabeza, y me explico que me estaba buscando, me llevó a su casa, mientras caminábamos, mi hermana me llamo, le explique lo de los libros y le pedí diez minutos para llegar con el regalo prometido.


9:35 p.m. La casa del vendedor esta en una colina por la cual casi resbalo en reiteradas oportunidades, el sujeto tenia un perro guardián, al entrar en su cuarto me mostró sus libros, rápidamente comencé a escoger los que quería – estos son de cuatro soles jefe, y estos de acá son de dos por cuatro china – me dijo mientras que un tufo a vino barato emanaba tras sus eructos, mientras escogía sentí una punzada fuerte en mi pierna derecha seguida de una especie de ardor, al voltear vi al sarnoso can que me estaba mordiendo, lancé un pequeño y ahogado grito mientras me decía a mi mismo – ya’s ta cagao – utilizando el hermosos lenguaje que me dejo la educación secundaria y que aun no puedo erradicar del todo, el vendedor echo a su perro, que parecía satisfecho de su obre. Escogí “El Túnel” del maestro Ernesto Sábato y “El retrato de Dorian Gray” de Oscar Wilde, con lo que sobró me compré “La Vida es Sueño” de Calderón de la Barca y salí de ese lugar, no sin antes probar el vino que no dudaron en invitarme, al no saber si me estaban pepeando, me echo ese vino al coleto, haciendo un gesto de exagerado agrado como si el "vinito" ese hubiese sido la mas rica ambrosía, cuando mi hermana me llamo nuevamente ya me encontraba en busca de un taxi que me saque de ese horrible lugar.


9:50 p.m. Las hermosas luces de los enormes pabellones de la Universidad Andina me tranquilizaron el alma, había sobrevivido a un lugar que parecía algún país de oriente medio, a los extraños seres, a la lodosa subida, al asqueroso perro, y al vinito del vendedor, finalmente me encontraba parado en la puerta principal de la universidad, ingrese al pabellón de ciencias económicas, y pude entregar a mi hermana el regalo prometido que ella regalaría a algún compañero suyo de la universidad, regalo que seguro no leerá jamás.



10:10 p.m. De regreso a casa con los zapatos llenos de lodo, me prometí a mí mismo escribir esto, para decirle a mi hermana que jamás lo volveré a hacer, para que Pedro tenga la explicación que quería y para que el resto del mundo sepa lo que una hermana con problemas de memoria pueden llegar a causar.

martes, 1 de junio de 2010

VIEJO PIANO, VIEJA MELODÍA

Recomiendo leer este relato escuchando "Jeux Interdits", pieza para piano.

– Amiga ¿si te cuento algo descabellado me lo creerías?
– Depende de qué tan descabellado sea.
– Si te contara que pasé la noche en el Colegio Clorinda Matto de Turner y que la pasé con un fantasma, ¿me lo creerías?
– Pensaré lo que hace mucho me temía, que estas perdiendo la razón.
– Puede que sí, puede que pierda la razón, pero por lo menos antes de que me encierren en el hospital psiquiátrico, déjame relatarte lo que pasó, pues mucho me habían hablado las estudiantes de ese colegio, que durante las noches en aquel salón al fondo entre el patio de tierra y el pabellón de primaria, se escuchaba las tonadas de un piano muy triste, y que al mirar la ventana, dentro, no había nadie, y que aquel piano seguía tan solitario como siempre. Te contaré toda aquella entrevista que tuve con lo que no conocemos del universo, pero solo te pediré que guardes silenció, no me interrumpas, no te rías y no se lo cuentes a nadie.
– Okay.
– Bien.
Sucedió así: cómo ya te dije, mucho había oído hablar de que en ese salón suceden cosas raras, así que fui al colegio y con una excusa logré mi ingreso, a mediados de las 5:40 p.m. y esperé a que toda actividad en el colegio termine, conseguí esto, utilizando hábilmente algunos alambres para abrir la cerradura de aquella vieja puerta que daba al salón, y así por medio de una delincuencial habilidad, me encontré en el interior, me senté en una de las bancas mas parecidas a las que hay en las iglesias y capillas y esperé en la oscuridad hasta que ya nada se oía en alrededores, pero pasada las once de la noche, no experimenté nada anormal, así que decepcionado como estaba planeaba mi fuga de aquel céntrico colegio. En medio de mis meditaciones me vi atrapado por un letargo que me llevó al sueño.
Una tonada de piano me despertó de la vigilia a la una de la mañana, era una melodía triste, la sensación que experimentó mi cuerpo logré controlar pues había ido preparado para presenciar cualquier cosa, aunque nada me prepararía para la hermosa pero triste tonada que estaba escuchando tan cerca mío que con cada pulsación de las teclas de aquel viejo piano se conmovía el corazón, ajustando cada ves mas fuerte el nudo que se me ataba en la garganta; aunque sin duda, lo que mas me espantó fue ver que efectivamente había alguien tocando el piando. Con la oscuridad de las luces apagadas, la única fuente de luz que tenía a mi disposición fue la escasa luz de luna llena que se filtraba por los enormes ventanales del vetusto lugar.
Traté de ver a través de la penumbra, quién interpretaba aquella triste melodía. Luego de mucho esfuerzo, me di cuenta de que solo lograría ver bien a aquella “cosa” si me acercaba lo más posible al piano, y así lo hice. Con la pesadez de un cuerpo en pleno éxtasis del susto, me levanté de mi maltrecha banca y caminé con trémulo paso hasta las inmediaciones del piano. Grande fue mi sorpresa al notar que efectivamente podía ver claramente al interprete de la melodía, una niña de no mas de quince años de edad, vestida con los uniformes antiguos de colegio, el clásico vestido plomo, camisa blanca y chompa ploma, que vestían todos los colegios de la nación durante aquellos años de mi adolescencia.
La niña muy linda rostro blanco y ojos negros como la noche sin estrellas, miraba fijamente el piano mientras sus delicadas manos blancas, recorrían el teclado sin notar aparentemente mi presencia, mientras seguía interpretando aquella melodía – te puedo, ahora que estoy mas calmo, asegurar que en esas circunstancias el cerebro no funciona como debe, pues se encuentra en un estado de éxtasis muy fuerte – solo atiné a mirar por breves instantes, luego hice lo insospechable, le hablé, – ¿Quién eres? – No obtuve respuesta – ¿Qué tocas? – y aquel infantil espectro seguía con su mirada triste clavada en el piano tocando la misma melodía sin percatarse de mi presencia – ¿Porqué estas aquí? – y nada. Sin saber que hacer, hice lo que mi reflejo mandó en mi que hiciera, acerque la mano hasta llegara a ella, y le toqué el hombro.
Entonces todo pareció confuso, es como si hubiese sido transportado instantáneamente al pasado, estaba parado en el patio del colegio, era de día y veía como las niñas jugueteaban en el patio, a pesar de toda la confusión distinguí que me encontraba muy atrás en el tiempo, pues el colegio guarda un archivo fotográfico de aquellos años. Mas o menos los años cincuentas, alcé la vista y vi los cerros del Cusco, los que ahora están poblados, en aquellos años no eran mas que bosques, entonces algo guió mis vista de nuevo al patio, era la muchacha; se veía alegre, juguetona, enamorada. Luego sonó el timbre, todas las niñas del patio se fueron del colegio, excepto ella; me quedé con ella en el patio, aunque en ese caso era yo el fantasma, nadie percibía mi presencia, entonces ella caminó hasta la puerta y allí lo vio, era un joven del colegio La Salle, este se acercó y pisoteó los sentimientos de la niña puesto que vi claramente cómo el muchacho con una sonrisa burlona despreció a la niña a la que seguramente meses antes enamoró, me acerque y escuche cómo le decía que no la volvería ver, y mientras una lagrima de las mas amargas que he visto broto de los ojos de la muchacha, el malediciente tomo por el brazo a otra muchacha y se fue con ella. Si hubiese sido un ser material la hubiese consolado, pero te juro que era yo un fantasma, la linda joven caminó por el viejo camino de losetas rojas hasta llegar al aula que no se veía ya tan vetusta, se veía nueva, el piano estaba nuevo, la niña se sentó frente al piano, pero no tocó nada, solo lloró, lloró mucho hasta que en al final, abrió un grueso tomo puesto en frente del piano de cola del colegio y buscó una melodía, se llamaba “Jeux Interdits” entonces comenzó a tocar mientras la lagrimas caían encima del teclado, sus pequeñas manitos recorrían el piando con absoluto dominio, tocó y tocó, pude ver que no paró hasta llagada la noche, sin que nadie en aquel gran colegio se diera cuenta de su presencia, seguro que las supersticiones de la época no permitieron al vigilante ir a ver lo que pasaba, ella seguía su triste tonada, hasta que ví como se apagaron sus ojos y descansaron sus manos. Era ya la una de la mañana cuando su débil cuerpo cayó al suelo sin que pudiera yo hacer nada por ella; era ya la una de la mañana cuando su cuerpo ante mis ojos desapareció y aquel salón glamoroso, se tornó nuevamente en vetusto y polvoriento, y vi que no había nadie ya, ni música, ni la joven tocando el piano.
Controlando mi cuerpo y mi mente, abrí la puerta del viejo salón y salté la cerca que da a la calle, caminé y doblé en la Cultura, y a la una de la mañana con algunos minutos, caminé hasta mi casa, en medio de la soledad del Cusco, caminé en silencio subí al puente del colegio Garcilazo, y desde lo lejos miré la vieja fachada del colegio Clorinda, luego caminé hasta la plaza de Tupac Amaru, tomé la avenida Huayruropata y me fui a dormir, sin pensar mas en lo sucedido.
(Foto de Adrian Book)

domingo, 30 de mayo de 2010

OPERACIONES NOCTURNAS

Muy de noche, después de responder correos electrónicos y de postularme para una beca a la universidad de Barcelona y a una universidad de Cuba, que no recuerdo, me encontré caminando en medio de mis meditaciones, por las frías calles nocturnas de Cusco, subía por la calle Marqués, rumbo a la plaza San Francisco.
Un temor se levantó como una bruma, en medio de la calle había instalada una sala de operaciones, y en ella una camilla, y en la camilla un bebe, uno recién nacido con apenas fuerza en sus frágiles músculos; no obstante, tenia el pecho abierto, y en la cavidad torácica ni un solo órgano. Que podía yo pensar sino que estaba muerto aquel frágil bebe; me acerqué por que una extraña fuerza me requería en el lugar, era una extraña familiaridad con aquel frágil bebe.
Al llegar junto al pequeño, un médico me hizo a un lado trayendo el corazón y los demás órganos del pequeño, me explicó que necesitaba una cirugía de urgencia o moriría, aunque a mi me parecía ya estar muerto; pero, a penas el médico puso el corazón a su sitio, el pequeño comenzó a moverse y un pequeño pulso a sonar en la maquina de electrocardiograma. Una extraña remembranza vino a mi mente. Aquel bebe. Conocía a aquel bebe; por supuesto, era mi hijo, hijo mío y de Liliana, luego pude notar a Liliana a mi lado mirando con mucha preocupación la operación en media calle de la plaza San Francisco, y supe lo que sucedía, mi hijo estaba enfermo y o estaban operando.
Me acerque tan cerca como pude para ver el rostro de mi hijo que era idéntico a mí cuando yo era bebe, sus pequeños ojos intentaron abrirse envueltos e lagrimas, mi corazón ya hecho pedazos no podía mas que palpitar, sus ojitos negros como la noche, y brillantes como perlas, me examinaron, como reclamándome porque dejaba que le hicieran pasar por todo eso, rogué al médico que no sintiera nada – pagaré lo que me pida ponga los mejores anestésicos, duérmalo para que no sienta hasta que termine la operación – decía desesperado, pero el médico seguía “armando” el cuerpo de mi pequeño, y Liliana seguía observando con preocupación, como si no me oyeran o como si no estaría ahí, ó, como si mi hijo jamás hubiera abierto los ojos.
Me desperté de un brinco sobre mi cama, lleno de sudor y sin saber que pensar sobre mi realidad.

Sueño recurrente, sueño número tres, 3:54 a.m. Sábado 8 de Diciembre de 2007.

miércoles, 26 de mayo de 2010

SUCESOS DE 1998


Si voy a relatar aquel suceso, que quizá para ustedes tenga sabor a ridiculez, solo pediré vuestra atención, y no prejuzgar luego los sucesos de aquella tarde de invierno.

Eran, no mas de las cuatro de la tarde, de un día de invierno del año mil novecientos noventa y ocho; no obstante la hora, había a penas terminado de estudiar física, cuando sentí aquel acogedor susurro del sueño tocando mis parpados, razón por la cual decidí echarme a descansar, pero por extraño que parezca, no pude pegar un ojo, me encontré encima de mi cama escrutando mis pensamientos y mirando el techo. Les mentiría si dijera con precisión cuales fueron los pensamientos que me acongojaban aquella tarde, pues ha pasado mucho ya, lo que si diré es que en cierto momento me encontré inmerso en una sensación parecida al éxtasis, una felicidad salida de la nada.

Estos fueron los hechos que presagiaban el advenimiento de algo importante, pues nada me haría imaginar lo que estaba a punto de ver. Mi ventana estaba abierta de par en par, pues siempre he detestado el aire cargado de los espacios cerrados, pronto sin darme cuente, vi como algo parecido a un tul, entraba a mi cuarto por aquella ventana de grandes dimensiones; mi mente hizo una rápida aplicación de la lógica que en menos de un segundo dio como respuesta a aquel hecho, de que alguna tela de algún vecino había sido arrastrada hasta mi ventana por acción de los vientos y que no había nada de que preocuparse, razón por la cual no me inmuté ni me moví de mi cómoda posición, luego seguí escrutando mi mente, hasta que aquello, que ha marcado mi vida, sucedió; el tul que ratos antes había caído al suelo dentro de mi cuarto, comenzó a tomar altura y extenderse ante mis ojos. El horror inicial fue inmediatamente seguido por una falta de lógica y de salivación en mi boca, no podía creer que ante mis ojos, aparecían del tul unos desnudos brazos de blanca piel, y que pronto sin saber como, la silueta entera de una mujer de no mas de veinte años apareció parada en el centro de mi cuarto, un espanto me impidió el habla y por ende el grito; mi boca, seca como un desierto temblaba del espanto, a pesar de lo cual pude distinguir la hermosura de aquel espectro que ante mi se formó, de cabellos negros y piel blanca, ojos plomos y silueta delicada.

No estoy seguro del tiempo que pasó, solo se que cuando ya me encontraba mas calmo, aquella figura se acercó a mi, con su hermosos vestido de tul blanco y sus pies desnudos, se acerco tanto que pude ver sus hermosos ojos plomos justo frente a mi, cuando se inclinó a mi cama, apoyada en sus hermosas y delicadas manos, no tuve tiempo de reaccionar, cuando aquella, me besó, sentí sus carnosos y delicados labios en los míos, y puedo afirmar que desde entonces no he recibido beso alguno que se iguale a aquel que recibí. No tuve tiempo para nada; ella, se alejo, me dijo un par de cosas mientras mis nervios se calmaban, luego simplemente caminó hacia la ventana y mirándome, desapareció.

Miré estupefacto el techo, me levante de la cama, abrí la puerta y baje a la sala, donde mi familia toda, estaba en reunión, conversando amenamente, comiendo helado – ¿Quieres un poco de helado? – me dijo mi madre; asentí con la cabeza y la mirada perdida, y comí mientras me enamoraba de aquel espanto al que aun espero volver a ver alguna vez.

Y ¿Qué me dijo aquella vez?; bueno, eso es algo que preferiré no contar en el presente relato, ni en ninguno.